viernes, 13 de julio de 2012

Fragilidad


Que la vida es frágil pareciera estar fuera de discusión, pero nos acostumbramos a vivir el día a día olvidando esta premisa. La rutina, nuestras preocupaciones y ocupaciones más banales ocupan gran parte de nuestros pensamientos. Lo diría Quino a través de Mafalda: "como siempre, lo urgente no deja tiempo para lo importante".  Y tienen que suceder eventos de choque que remeciendo nuestro cuerpo y espíritu nos hagan reflexionar. Hoy se produjo uno de esos eventos y aquí estoy, reflexionando. En un día normal de trabajo, caminando desde el tribunal a la oficina, distraída como siempre, fui víctima de la distracción de otra persona, y casi me atropella con su mini camión. No me vio mientras avanzaba en su vehículo e intentaba cruzar, yo en una reacción instintiva, logré zafar y evitar ser atropellada; afortunadamente no pasó del susto y el golpe en mi pierna y brazo derecho. Ahora me duelen un poco. Pero más me duele el alma. Estoy enojada conmigo porque me olvido de mí, lo urgente ocupa gran parte de mi tiempo, más de lo aconsejable, más de lo saludable. Lo importante, yo, suele ser postergado, para otro momento. Y vienen a mi mente recuerdos de lo que sentí hace unos años, en un accidente automovilístico en el que milagrosamente salvé ilesa, unas que otras contusiones y un esguince. Pero en los días siguientes llegué a la misma conclusión de hoy, y tomé medidas, varias. Reduje considerablemente mis horarios de trabajo, dejé de ser parte de la generación canguro y decidí salir de la casa paterna para vivir sola, acaté la orden médica y estuve con licencia por un buen tiempo, luego programé mis vacaciones como debían ser, delegué funciones en mis postulantes, asumí que por más esfuerzo y horas extra que trabajara, siempre existirían pendientes, me desligué de varios asuntos familiares en los que realmente asumía un rol que no me correspondía, en resumen: me ocupé de mí, en primer lugar, antes que todo. Y ahora, cuatro años después, miro hacia atrás y advierto que nuevamente y sin darme cuenta estoy volviendo a lo mismo que quise cambiar. Y concluyo que no puedo permitirlo. La juventud nos lleva a creernos muchas veces invencibles, o al menos más resistentes, pero la vida es igual de frágil para todos: una enfermedad, un accidente, un delito puede terminar con todo o hacerla cambiar radicalmente. No hay que ser iluminado para saberlo, es cosa de ver a nuestro alrededor, ni es necesario ver noticias y ejemplificar con lo que sucedió esta semana con la muerte de la joven que esperaba un trasplante  de corazón y pulmones, ni los innumerables accidentes de tránsito, ni el horrendo homicidio en Lolol. El autocuidado es fundamental, pocos son quienes sabiéndolo, lo ponen en práctica. Seguiré pensando este fin de semana, tengo muchas cosas que pensar, y entre ellas, las medidas que implementaré. Mi desahogo, por ahora, está en comprender que lo vivido hoy es una señal que no debo desatender. Dejo una canción de mi amado Jorge Drexler, hoy me alcanza más que nunca esta letra.  


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