viernes, 30 de marzo de 2012

Sexo, estupor y lágrimas.

La muerte de Daniel Zamudio y las causas que llevaron a su deceso, han ocupado parte de mis reflexiones durante estos días, y me llevan a escribir estos párrafos. Además de lamentar profundamente lo acaecido, de condolerme con su familia y amistades, he observado las diversas reacciones y haciendo un esfuerzo por encontrar una luz de esperanza, creo que finalmente existe al menos la voluntad de generar cambios y tenemos la oportunidad de discutir el tema, hacerlo visible y palpable, como parte de nuestra realidad.
Podrán decirme que esto ya ocurría antes del brutal ataque sufrido por Daniel, pero yo les replico que no es así, todo lo que se ventila en las redes sociales, columnas que se pueden escribir, las pseudo discusiones que se pueden generar, refleja la realidad de un sector muy minoritario de nuestra población. Para la mayoría, esto aún es un tema "velado", que se conversa a voz baja, y si se discute, llega a un punto muerto rápidamente. Suelo hablar desde "mi experiencia" y puedo asegurarles que el nivel de ignorancia en materia de sexualidad es abismante, con suerte al interior de las familias y en los establecimientos educacionales se plantea y discute "la necesidad" de educar en materia de sexualidad, métodos anticonceptivos y de prevención de enfermedades de transmisión sexual, todo ello en un marco "heterosexual" y de "normalidad" ¿creen ustedes, entonces, que "estamos listos" para hablar abiertamente de la homosexualidad?. La ignorancia nos limita enormemente, los prejuicios también, la creencia que podemos interferir en la vida de los demás e imponer nuestra visión, a la fuerza si es preciso y "castigar" al "distinto", al "anormal" nos ha llevado a que en el año 2012, tengamos que conocer sobre la tortura recibida por un joven chileno, que terminó con su vida, dañando para siempre la de su familia y amigos. En estos momentos, creo que está la posibilidad de aprender y tomar medidas concretas al respecto.
La semana pasada, durante mi clase de Derechos Humanos, con 64 alumnos, todos ellos hombres entre 18 y 22 años, se plantearon los casos Atala y Zamudio como base para intercambio de opiniones, y rápidamente surgieron consultas y comentarios que evidencian lo que acabo de señalar: "Profesora, ¿y está comprobado que la homosexualidad NO es una enfermedad y por lo tanto que no se puede sanar a una persona?". Un "Nooooooo" generalizado cuando les señalé que en el futuro, cuando fueran padres, podrían serlo de un homosexual. "Es imposible que un hijo mío salga homosexual, porque yo lo voy a criar bien". "Yo estoy de acuerdo con que le entregaran las niñas a su papá, porque las pobres seguro que iban a ser lesbianas, si no van a tener en su casa un modelo de padre, sino que dos mamás". "Está claro que lo mejor era que las niñas se queden con el papá, porque si las rechazaban sus compañeras de colegio, ellas iban a resultar dañadas". "Yo conozco a una persona que era homosexual, se metió en una iglesia, se acercó harto a Dios, ahora es normal y hasta tiene señora". Les cuento lo anterior para ejemplificar de los que les hablo.
Surge entonces la pregunta: "¿Cuál es la solución?", y creo que la respuesta es clara: educación, la que desde luego debe partir al interior de los hogares, somos nosotros quienes debemos ser capaces de generar diálogos en nuestras familias, informarnos, transmitir información, conversar, discutir, enseñar con el ejemplo, y fundamentalmente, entender la tolerancia en su real dimensión, que todos somos distintos y debemos aceptar al otro en su diversidad. El rol de la educación formal debe ser complementario. ¿Por qué nos resulta tan difícil? Si tan solo tuviéramos la voluntad de generar los espacios para ello.
Debo señalar que en lo personal, nunca ha resultado un problema conversar abiertamente sobre el tema, y creo estar libre de prejuicios al respecto, he compartido el dolor de personas muy queridas que han sufrido el rechazo, incluso de su familia, al revelar su homosexualidad y he sido testigo directo del enorme daño que se ha provocado en ellos; y también me alegra tener amigos muy queridos, que recibieron el apoyo de su familia, y viven su sexualidad con absoluta libertad, como debiera ser. Aparentemente, Daniel fue un joven amado y aceptado por su familia y amigos, vivió feliz sus cortos años, resulta increíble que eso pueda significar un consuelo, por conocer casos de personas que ni siquiera eso han tenido. Tenemos una enorme tarea por delante, y mi mayor anhelo es que tengamos la capacidad de aprender, y que nunca más tengamos que lamentar un hecho tan doloroso.
Sin lugar a dudas, el aprovechamiento político de un hecho tan trágico no se hizo esperar, y rápidamente surgieron comentarios destinados a atribuir a determinadas tendencias políticas el rechazo abierto hacia los homosexuales. Al respecto solamente quiero decir que la memoria es tan frágil y que es tiempo de asumir que el rechazo y persecución hacia los "raros" ha sido históricamente transversal en lo que podríamos resumir como "izquierdas, centros y derechas", no me vengan con cuentos ahora, y hablemos las cosas por su nombre. Para muestra, basta recordar la dolorosa vida de Reinaldo Arenas.
Para la mayoría, la muerte de Daniel no pasó desapercibida, todos de una manera u otra nos conmovimos, tenemos la capacidad de "ponernos en el lugar de", pudo ser nuestro hijo, nuestro hermano, nuestro amigo. Vayamos un paso más que el lamento, hagámonos cargo de nuestro pasado para poder corregir nuestro presente y ofrecerle a nuestros hijos un futuro en libertad, donde puedan crecer y vivir felices, en su completa dimensión, sin miedos a mostrarse tal cual son, aceptando al otro diverso.
Mi desahogo, por ahora.

miércoles, 28 de marzo de 2012

Marzo en San Pedro de Atacama


Con el anhelo de muchos años de conocer San Pedro de Atacama y sus alrededores, inicié mi viaje hace unos días. Ruta terrestre desde Antofagasta a San Pedro de Atacama. En Baquedano, un lugareño nos sugirió tomar la ruta hacia el paso Sico, lejos la mejor recomendación. El camino se encontraba en muy buenas condiciones, poco tráfico de camiones, pese a que en dicha ruta se encuentran los accesos a las Minas Lomas Bayas, Gaby y Sociedad Chilena del Litio. El paisaje bello sin duda nos anunciaba las sorpresas con que nos encontraríamos en los días siguientes. Sin mayores contratiempos, logramos llegar al camino que une Socaire y San Pedro de Atacama. Los días siguientes nos dedicamos a recorrer el pueblo de San Pedro de Atacama, Laguna Chaxa, Toconao, Socaire, Lagunas Miscanti y Miñiques, Laguna Cejar y Piedra, Ojos del Salar y Salar de Tebinquinche, Géisers del Tatio, Machuca. No contábamos con mucho tiempo, por lo que descartamos algunos sitios. Todos los lugareños a quienes consultamos coincidieron en que el renombrado Valle de la Luna podía ser eliminado de nuestra lista y obedecimos, es más, lo miraríamos a lo lejos al momento de regresar. Nos señalaron que podría resultar más interesante el Valle del Arcoiris. Tampoco alcanzamos a recorrer los poblados más cercanos a Calama como Chiu-Chiu, Lasana, entre otros. Claramente, me encantaría regresar. Fue un viaje lleno de emociones, tener la posibilidad de visitar estos lugares, contemplar la belleza de nuestra naturaleza, la inmensidad del desierto, en suma, un ecosistema lleno de sorpresas que cautiva.