sábado, 23 de julio de 2011

Cocinando en Sábado.

Me gusta cocinar y me gusta comer, esto es lo primero que quiero decir. Pero no dedico mucho tiempo a la cocina, algo que desde hace un tiempo a esta parte pretendo cambiar.
De niña, recibí las instrucciones básicas, provenientes de una mamá dedicada a las labores de casa, que objetivamente cocina muy rico, y de dos abuelas cocineras a rabiar, de esas abuelas de campo, que al recibir una visita, daban por sentado que esa persona no comía desde hace 3 días, y que había que servirles algo rápidamente y hasta que les diera hipo. Por lo mismo, en el campo se acostumbra siempre cocinar "un poco más" "porque nunca se sabe quien puede llegar". Si sobra comida, en el campo nunca se pierde algo, todo sirve, por lo que el excedente de la olla era destinado a los perros, a los gatos, incluso a los chanchos que pucha que son buenos para comer y nada de exigentes. Así es como recuerdo que en la casa de mi abuela Dulia, siempre existía un brasero prendido, con una tetera humeante, para tener a lo menos agua hervida para un té, un mate, mientras se preparaba algo de comida si es que no quedaba algo en la olla.
Pero mi experiencia con la cocina ha sido limitada, por allá por los 10 años recuerdo que me las di de cocinera para mi papá y los ayudantes en la cosecha de morrones, preparando un arroz que además de crudo, quedó desabrido, incomible. Luego, siempre de asistente de cocina con mi mamá o mis abuelas, que no soltaban mucho el cuchillo o el cucharón, solamente observaba y colaboraba en las labores que ellas únicamente podían decidir, y que no eran muy importantes: "vaya a buscar unas ramitas de orégano, páseme el salero, revuelva ahí, destape un poquito esa olla, ponga la mesa, vaya a llamar a su papá y a su tata". Por lo demás, debo reconocer que nunca me rebelé ante esta calidad de "asistente" porque me resultaba plenamente cómodo y compatible con mis labores escolares, mi gusto por la lectura, y también con mis constantes paseos por las nubes. De adolescente, estuve en un internado, donde nos servían la comida, y creo que las personas a quienes les gusta cocinar a esa edad deben ser minoría. Y ya de estudiante universitaria, en Santiago, solamente cocinábamos los fines de semana, y en ello, con mi amiga y compañera de departamento, siempre nos preocupó más el tiempo y el presupuesto, y si nos invitaban a comer fuera, tanto mejor. Ya inserta en el mundo laboral, y desde que vivo sola, empecé a poner más interés en la cocina, y cada cierto tiempo, me pongo las pilas para preparar algo en casa. Hasta ahora, me apruebo con nota máxima, jajajajaaj. El resto del tiempo, salgo a comer fuera o simplemente me salto algunas comidas, gracias a las audiencias programadas en horas insólitas.
Pues bien, decidí que este fin de semana sería de "esos días" en que cocinaría en casa. Y en eso estoy en este instante. Hace unos días y por casualidad, encontramos con un amigo un sitio peruano donde publicaban algunas recetas, y al revisarlas, pensé que no se veían tan complicadas y que podría lograr prepararlas. Hasta ahora, sigo optimista, por lo menos sale un rico aroma del horno. Como soy realista y consciente de mis capacidades, opté por una receta que me parecía de las más simples: Pollo a la naranja, acompañada de un arroz a la peruana con maní tostado. Eso sí, hice algunos cambios, ajustándolos a los ingredientes y utensilios con los que cuento. Cuando termine la preparación y lo pruebe, escribiré para contar como me fue. Saludos.

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