jueves, 14 de octubre de 2010

El regreso a la realidad hasta que otra tragedia con final (in)feliz nos una


Y se acabó el circo, así han comentado muchos de mis cercanos en estos días, tan o más apestados que yo con la esperable cobertura de la prensa y el efecto natural y obvio en el pueblo. El "orgullo de ser chileno" fue la frase más usada tal como ocurrió hace algunos meses, cuando luego del terremoto, don Francisco organizó y dirigió una tremenda campaña de Chile ayuda a Chile o algo así. Y como suele ocurrir, tantas luces logran encandilar y hacernos olvidar lo realmente importante. El accidente ocurrido en el yacimiento minero pudo evitarse, de haber existido una adecuada implementación de las medidas de seguridad que una actividad de tales características requiere, como asimismo, de haber funcionado los mecanismos de control y fiscalización, que velan precisamente por la seguridad y la protección de los derechos de los trabajadores. Existe aquí a mi modo de ver una irresponsabilidad social manifiesta del empresario privado, empleador de los mineros, y también una irresponsabilidad del Estado por no desplegar como corresponde los referidos mecanismos de control y fiscalización. Y la situación se replica en diversos sectores de la actividad productiva: minería, pesca, agricultura, etc. Debemos tener claridad que existe un largo camino por delante en materia de protección de los derechos de los trabajadores. La anunciada y esperada reforma al procedimiento laboral ha sido un paso importante, pero como siempre no ha sido integral, porque no ha contemplado adecuadamente una revisión y mejoras al rol fiscalizador entregado a las Inspecciones del Trabajo. Existen bastantes falencias, pocos funcionarios, pocos funcionarios bien preparados para ejercer adecuadamente este rol. Esta escasa preparación se plasma en las actas de fiscalización, en las actas de conciliación, en la información que entregan a los trabajadores, etc, etc. Y también, por qué no decirlo, existe una irresponsabilidad de parte de todos nosotros, como individuos, como ciudadanos que no ejercemos adecuadamente nuestros derechos laborales, que no hacemos esfuerzo alguno por informarnos, esta pasividad también nos hace responsables. Este accidente laboral pudo evitarse y no olvidemos que excepcionalmente tuvo un final feliz. Pude ver 3 o cuatro de las salidas de los mineros rescatados, y precisamente dos de ellos habían perdido algunos dedos de sus manos en accidentes laborales anteriores, ¿no es eso acaso una clara señal?. Por mi trabajo he conocido muchos casos de personas que han sufrido accidentes laborales, no estoy hablando en base a supuestos ni estadísticas, sólo mi observación personal. Sería maravilloso que los medios de prensa dieran una amplia cobertura a este tema, más que indagar sobre si tal o cual minero tenía o no relaciones sentimentales paralelas, sobre el reencuentro o desencuentro de tal o cual minero con algún familiar, es tan fácil olvidar lo verdaderamente importante.-Mi desahogo por ahora es éste, el temita me hizo acreedora de varias discusiones, entre ellas mi amada madre, completamente contagiada con la fiebre rescate, quien con su fervor religioso refrendado por unos cuantos periodistas y autoridades, veía en el número 33 una clara señal divina en todo lo acontecido, qué puedo decir, puro valor, y un poco de paciencia para explicarle mi absoluto rechazo a su teoría. Mi padre, un obrero agrícola, que trabaja en el campo desde los 10 años, (pero también con un poco de fiebre), como siempre, escuchando atentamente mis pataleos, coincide conmigo y asume una postura crítica sobre lo que veía en su amado televisor. Algo que leí por ahí, no podemos cambiar el mundo, pero sí podemos empezar a cambiarlo, yo he asumido la tarea de intentar empezar a cambiar mi pequeño mundo, y mostrar el lado b, c, d....z de la historia a mi gente.-